Editorial Cuarto Propio



El placer de los demás de Pablo Azocar
por Marcelo Beltrand Opazo

Después de leer el poemario El placer de los demás de Pablo Azocar que publica la editorial Cuarto Propio, me hace pensar en el libro de Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, libro ensayo que reflexiona en torno a esos escritores que han dejado de escribir por mucho tiempo, y son identificados como escritores del NO. Vila-Matas ve representado en la figura del Bartleby de Melville, aquél personaje que trabaja y vive en su oficina, y que cada vez que le piden algo, un trabajo o que contara algo de su vida, el responde: “Preferiría no hacerlo”. Bueno, los escritores del NO, son aquellos que han cesado en su oficio, han dejado de hacer lo que tienen que hacer por las más diversas razones, que muchas veces ni ellos mismos conocen. Pablo Azocar es uno de aquellos escritores del NO, que vuelve a escribir después de más de 10 años. Una década diciendo y repitiéndose hasta la saciedad: “Preferiría no hacerlo”. Pero no vuelve con narrativa, vuelve con poemas, casi narrativos. Su regreso a las letras (a las que nunca dejó), es con una prosa poética, que en ningún caso las refiere a él, sino que a lo otros. Entonces, no vuelve mostrándose, más bien, retorna deleitándose en los placeres ajenos, en los recuerdos de otros, que no son más, que sus propios recuerdos, sus propios placeres. Hace guiños a un pasado que hoy se convierte en un espacio del NO, casi se deja ver la razón por la que se escucha “Preferiría no hacerlo”. El placer de los demás es un retorno a sus propias raíces, y que observamos en el poema: “Posesos y pendencieros” (que es el último del libro), y donde Azocar, de espaldas a su vida, a su oficio, declara:

No sabíamos escribir
Matiné, vermouth y noche tecleando
Y tecleando
Y tecleando
Y no sabíamos escribir.
La vida entera
Tecleando
Y tecleando.

Así, el poema se convierte en una declaración de principios, donde se excusa de lo que fueron, de lo que fue. En “Posesos y pendencieros” encontramos el germen del NO.

Al recorrer El Placer de los demás, nos da la impresión que cada poema, es un recordar en voz alta, una necesidad del autor de plasmar aquello que fue, que se dijo, que se vivió. Aquello que aún no es, pero que fue. Un largo rememorar cargado de lugares comunes, que para el lector, se convierten en lugares novedosos. Lugares que nos permiten vernos, apreciarnos y decir, si, yo también estuve ahí. Porque esos mundos no son más que los mundos del escritor que se repitió por más de 10 años “Preferiría no hacerlo”, renegando de lo que fue, de lo que es.

Por otra parte, El placer de los demás es un recorrido por gran álbum de fotos, donde encontramos fiestas, encuentros, imágenes de un rompecabezas literario, de un cristal fragmentado, que es la vida del propio autor. El mérito de Pablo Azocar, esta ahí, en convertir esos lugares comunes en espacios cargados de simbolismo. Pablo Azocar, vuelve, reconociéndose en los otros, porque es el único lugar donde podemos encontrarnos.